Páginas

8.6.19

Nuestro mundo.

La vida guarda para nosotros las cosas que entregamos a los demás en forma de felicidad.
El mundo llora por un ser humano egoísta que dejó de apreciar la vida creyendo que es eterna, sabiendo que debemos de cuidar todas aquellas cosas que nunca lo serán y desvincularnos de todo lo que no sea nuestro propio ser, porque nada será más eterno que nosotros mismos, hasta que dejemos de vivir. Todo está calculado, son energías fluyendo que en algún punto se difurcarán.
Son cachitos de felicidad en ese día nublado, y aprender a observarlos de cerca, de coger esa energía y transformarla en algo aún mejor. Sin importar los actos de los demás, mirar en el interior y rectificar aquellas cosas que aprendistes y olvidar todas aquellas cosas que jamás podrás cambiar, todas aquellas cosas que dolieron de verdad y que se aprendió a sanar perdonando y olvidando el rencor que solo reflejó un corazón herido incapaz de enfrentarse a sus miedos. Y quizás algún día toda esa energía mal empleada se transforme en algo hermoso y aprenda a vivir sin odio, de tratar de entender algo de lo que dió por sentado sin haber luchado por conservar un recuerdo real, y terminó destruyendo todo, convirtiendolo en un recuerdo erróneo. Buscando cualquier clavo al que agarrarse para no tener que mirarse al espejo y aceptar los defectos que todos albergamos y pocos saben rectificar. Como un mundo contaminado del que nadie se hace cargo porque todos fuimos responsables del descontrol y terminamos de brazos cruzados intentando consolarnos con que hay alguien con una culpa aún mayor y así quedarnos acomodados en el sofá con una conciencia tranquila, creyendo que nuestras manos están limpias de pecado, sin saber que el único que perderá en el futuro serás tu por no aceptar tus propios errores.
Quizás la razón no fue más que cuestión de perspectivas que no se supieron aceptar.

No hay comentarios: